miércoles, 4 de febrero de 2009

Es esta melancólica pintura la representación del sacrificio de Cristo por el pecado de la humanidad. En el fondo de la imagen la cruz donde estuvo Jesucristo crucificado. Los destellos de luz resplandeciente que se extienden desde el cielo sugieren el poder y la pureza del Padre que se lleva a su Hijo resucitado. Las barras de cedro (vertical y horizontal) de la oscura cruz aluden a la relación que como seres humanos debemos tener: hombre-Padre y hombre-hombre. Sin embargo, el claustrofóbico escenario es mitigado por el suave toque del violín. En la parte inferior central de la imagen, el sujeto beneficiario de la acción redentora, intenta agradecer.

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